uyuyuy Mi gato

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sábado, 23 de abril de 2011

La muerte de mi hermano




Ha muerto mi hermano Jesu.Yo y mis primos siempre le llamábamos así , aunque para mis padres y familiares era Jesusín. Jesusín llamo yo a mi sobrino, su hijo mayor y espero con ilusión que tenga familia porque estoy segura que la saga de" Jesuses" no parará.
Ha sucedido tan rápido que aún no me lo puedo creer.
 Era muy fumador y desde hace un tiempo su capacidad de respiración iba disminuyendo, ya no fumaba y achacaba esa insuficiencia a padecer asma. Ingresó en el hospital por insistencia y engaño del médico para hacerle unas pruebas y ver cuál era la causa de su dificultad respiratoria.Nos dijo que no podía dormir, le faltaba su cama, su mujer...,al tercer día ya no pudimos hablar con él, estaba entubado y sedado y así pasó ocho días hasta que llegó su hora. Lo vi morir. Mi sobrino me encontró por casualidad cuando iba a comprar y me subí al taxi que nos condujo al hospital y ahí permanecimos en el box hasta que su corazón dejó de latir.Su mujer sus dos hijos y sus nueras junto conmigo estaba también Luis y mi hijo pequeño, después vinieron mis otros hijos. Sus amigos más íntimos, el conserje del colegio y un maestro donde trabajó estuvieron también cada día interesados y apoyándonos y dándonos fuerzas en estos dolorosos momentos. Me vienen ahora a la memoria momentos buenos y malos que pasamos juntos. Siempre que me pasaba algo me refugiaba en él, me escuchaba y se ofrecía para ayudarme. Me llamó dos días antes de ingresar para decirme que me acompañaría a mí al médico porque me han de hacer unas pruebas y no quería que me encontrase sola, no sospeché nada, y le dije que no se preocupase que si no me acompañaba alguno de mis hijos por problemas laborales ya se lo diría. Jesu, siento que ya no nos veamos en la calle o en tu casa cuando de regreso de Valencia yo venía cargada de morcillas para ti.
Estas dos imágenes te gustaban más que ninguna en el mundo: La Divina Aurora y el Cristo Salvador. Cuando tuviste suficiente fuerza te ofrecías para llevarlas y luego te quejabas pero con gusto del esfuerzo que debías de hacer. Ahí estás esperando hacer el relevo en la plaza Mayor, con tu traje marrón. Adiós Jesu. Hasta siempre.

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